Poems by Laura Johnson / Poemas de Laura Johnson

Collage by Corinne Stanley / Contact: cjstanley22@gmail.com

About Laura Johnson

Laura Johnson is a poet and short fiction writer in Eastern Iowa who is a founding co-editor of Backchannels Literary Journal. Laura holds degrees from the University of New Orleans and the University of Iowa. Laura’s work has appeared in Goat’s Milk Magazine, Thimble Literary Magazine, and The Dewdrop among others. Laura’s chapbook, Memento Vivere (Cabin Bear Books), is available at laurajohnsonwriter.com and wherever you buy books.

Acerca de Laura Johnson

Laura Johnson es poeta y escritora de ficción corta en el este de Iowa y coeditora fundadora de Backchannels Literary Journal. Laura es licenciada por la Universidad de Nueva Orleans y la Universidad de Iowa. Su obra ha aparecido en Goat’s Milk Magazine, Thimble Literary Magazine y The Dewdrop, entre otras. El libro de Laura, Memento Vivere (Cabin Bear Books), está disponible en laurajohnsonwriter.com y dondequiera que se compren libros.


Reasons to Survive the Apocalypse

To throw earthworms back into the grass after a hard rain.
The look of old bricks that have been lovingly patched
by an inexperienced workman.
When it looks like a full moon — but it’s not quite.

The memory of when my dad got pecked on the head by bluejay.
Or when a goat tried to eat his watch at the petting zoo.
Or any memory of my dad.

Calico cats. First loves. Fingerprints.

The way a bartender can tell what kind of person you are
by the kind of drink you order.

Dogs. Well kept houseplants.
Putting sand dollars back into
the ocean.

Listening to an old house settle even further into its bones
on a night when you have had too much gin.

Anything with coconut and chocolate.
Marching bands.
A tidy but unfruitful orchard.

Razones para sobrevivir al Apocalipsis

Devolver las lombrices en la hierba después de una lluvia fuerte.
El aspecto de los ladrillos viejos que fueron amorosamente colocados
por un obrero inexperto.
Cuando parece luna llena, pero no lo es del todo.

El recuerdo de cuando mi padre recibió un picotazo en la cabeza por un azulejo.
O cuando una cabra intentó comerse su reloj en el zoológico.
O cualquier recuerdo de mi padre.

Los gatos calicó. Los primeros amores. Las huellas dactilares.

La forma en que un bartender puede intuir qué tipo de persona eres
por la bebida que pides.

Los perros. Las plantas de interior bien cuidadas.
Dejar que los dólares de arena vuelvan
al océano.

Escuchar cómo una casa vieja se asienta aún más en sus raíces
una noche en la que bebiste demasiada ginebra.

Cualquier cosa con coco y chocolate.
Las bandas de música.
Un huerto ordenado, pero sin frutos.


Unlucky

Being married tasted like a penny under my tongue
which is to say cool at first then coppery-bitter.

The first winter red berries matched the words
I held in my throat — in my mouth.

He brought bobwhite quail for me to dress —
their tiny hearts broke me.

Out the kitchen window snow birds skittered,
tipping their heads in forgiveness (so I hoped).

After washing my hands, I made the gravy
in the cast iron pot his mother gave us.

I laid the table and baked soda bread,
but the cheese was store bought.

Tiny bones crunched between his teeth
He grunted — a sort of acceptance.

I lost the appetite for any moments
save solitude after that night.

In the morning mirror I appeared
unrecognizable — entirely oxidized.

Mala suerte

Estar casada sabe como a ponerse una moneda bajo la lengua
es decir, fresco al principio y luego metálico-amargo.

Las primeras bayas rojas de invierno combinaban con las palabras
que guardaba en la garganta, en mi boca.

Me trajo codornices blancas para que las vistiera…
sus pequeños corazones me rompieron.

Por la ventana de la cocina saltaban los pájaros de la nieve,
inclinando su cabeza en señal de perdón (eso esperaba).

Después de lavar mis manos, preparé la salsa
en la olla de hierro fundido que nos regaló su madre.

Puse la mesa y horneé pan de soda,
pero el queso era comprado.

Pequeños huesos crujieron entre sus dientes
Él gruñó, como una especie de aceptación.

Perdí el apetito de cualquier momento
guardé soledad después de esa noche.

Y en el espejo de la mañana aparecí
irreconocible, completamente oxidada.


Quarry and Ossuary

Slightly drunk on sweet rum punch,
I picked up your box that warm December afternoon.

The mortician said the contents would be neither dust nor ashes.
More calcium and carbon powder, chunks —
layers now deconstructed, if that helps.

I drove up the pass and you rattled an elemental cadence.
I pulled over. Leaning against the golden aspen tree,
I saw smoke far over the ridge.

Remember, (I heard your voice): Hestia demands the first offering,
a sacrifice from every household. Tending
hearth, she knows carbon.

But I also know: carbon creates life
and becomes a product of death.

A standard carbon graphite pencil writes
thirty-five miles before farewell —
to companion, to compatriot, to co-creator.

Tomorrow would have been your thirty-fifth
birthday.

And no,

no, that does not help.

Canteras y osarios

Un poco ebria de ponche de ron dulce,
recogí tu urna una tarde cálida en diciembre.

El funerario dijo que el contenido no sería polvo ni cenizas.
Calcio y carbono en polvo, trozos,
capas ahora deconstruidas, si es que eso sirve.

Conduje por el camino, te tambaleaste con ritmo elemental.
Me detuve. Apoyada en el álamo dorado,
vi humo a lo lejos, sobre la colina.

Recuerda, (escuché tu voz): Hestia exige la primera ofrenda,
un sacrificio de cada casa. Cuidadora del hogar,
ella conoce el carbono.

Pero también sé: que el carbono crea la vida
y se convierte en producto de la muerte.

Un lápiz de grafito de carbono escribe
treinta y cinco millas antes de despedirse
del compañero, del compatriota, del co-creador.

Mañana habrías cumplido treinta y cinco años.
Y no,
no, eso no ayuda.


Soul Stealing

The small stand of purple
wildflowers beckoned me —
my new Polaroid in hand — to capture
their late fall blooms amid golden stalks.
They clamored for a close-up
and admiration beyond this last present moment.

As I centered my lens across their number,
their violet skirts swirled around centered
yellow hats,
while the sun’s rays spotlighted
and warmed their cool air dance.

The shot taken — I dropped it in my bag without a glance — I walked on.

Months later as the snow fell,
I discovered the forgotten photo at the bottom of my bag
now crumpled,
torn along one edge,
my dancers now yellow splotches, only a blur
of their moment on stage.

Deslumbrante

Un grupo pequeño de flores silvestres
violetas me invitó,
con mi nueva Polaroid en mano, a capturar
su floración otoñal entre tallos dorados.
Pedían un primer plano, ser admiradas
después de este último momento.

Cuando enfoqué mi objetivo en su acto,
sus faldas violetas se enrollaban alrededor de centrados
sombreros amarillos,
mientras los rayos del sol iluminaban
y calentaban su danza de aire fresco.

Tomé la foto, sin verla la metí en la mochila y seguí mi camino.

Meses después, mientras caía la nieve,
encontré la foto olvidada en el fondo de mi bolso
ahora arrugada,
rasgada de un borde,
mis bailarinas como manchas amarillas, visión borrosa
de su paso por el escenario.


Visits

My father is growing feathers.
When I helped him into his wheelchair yesterday,
I glimpsed them peeking out of his green pullover.

For long days he sits in silence,
watching the kaleidoscope of his last season.

Sometimes he visits thin places —
deep forests, lagoon shores, stone circles —

where he barters rocks of wisdom
for flirtation among the magical.

After he returns from such other worlds,
mists fog his wire-rimmed glasses.

He is thinking of immigrating: a final swoon then a flight
to his first moves in a new realm.

His feathers are impure beryl: barely aqua to my eye —
How do the fairies see them?

Sometimes, when I give him
a shell or smooth stone I have brought

from some far shore, he asks, “Who?
Who are you?”

And once, while he stroked
two raven pinions I offered him, he smiled,
whispering, “These are different from mine.”

Visitas

A mi padre le crecen plumas.
Ayer, cuando lo ayudé a sentarse en la silla de ruedas,
las vi asomarse por su playera verde.

Por largos días se sienta en silencio
observando el caleidoscopio de su última estación.

A veces visita lugares remotos.
bosques profundos, orillas de lagunas, círculos de piedra,

donde intercambia piedras de sabiduría
para coquetear con lo mágico.

Cuando regresa de esos mundos,
la niebla empaña sus lentes de alambre.

Piensa en emigrar: un último colapso y luego un vuelo
a sus primeros pasos en un nuevo reino.

Sus plumas son berilo impuro: casi aguamarina para mis ojos.
¿Cómo las ven las hadas?

A veces, cuando le doy
una concha o una piedra lisa que he traído

de alguna orilla lejana, pregunta: “¿Quién?
¿Quién eres tú?”

Y una vez, mientras acariciaba
dos alas de cuervo que le ofrecí, sonrió,
susurrando: “Son diferentes a las mías”.


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Bilingual/Borderless poetry

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